16 de diciembre de 2010

Lanzarote: al César lo que es del César

Arecife de Lanzarote
Arrecife, la capital de la isla
La isla de Lanzarote fue declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 1993. Se trataba de la primera vez que este galardón se otorgaba a un territorio en su conjunto, incluyendo sus núcleos poblacionales. Uno de los mayores “culpables” de esta hazaña fue el artista lanzaroteño Cesar Manrique, que con su simbiosis entre arte y naturaleza dotó a la isla de un carácter único, basado en el respeto al entorno y la conservación del medio ambiente.

Conocer Lanzarote implica necesariamente conocer su obra, que se extiende por todos los rincones de la isla. Un buen punto de partida es la Fundación César Manrique, situada en la que fue su casa, en el pueblo de Tahiche. La construcción es una obra de arte en si misma, una espectacular casa integrada en el interior de varias burbujas volcánicas. Actualmente podemos admirar algunas de las obras realizadas por César a lo largo de su vida, así como de otros artistas afines. 
Muy cerca de Tahiche, hacia el norte, se encuentra Guatiza, un pueblo rodeado de plantaciones de tuneras donde se ubica el Jardín de Cactus, el último proyecto de Manrique antes de su trágica muerte. Se trata de un jardín botánico con más de mil especies de cactus procedentes de todo el mundo.
Siguiendo hacia el norte, a poco más de cinco minutos por carretera nos topamos con La Cueva de Los verdes y Los Jameos del Agua, integrados en los tubos volcánicos que conectan el Volcán de la Corona con el mar y convertidos en paradisiacos rincones de extremada belleza. Los Jameos del Agua deben su nombre a un lago interior donde habitan una docena de especies endémicas entre las que destacan los Cangrejos Ciegos, símbolo de los Jameos. Cabe mencionar también el Auditorio natural, construido en el interior del jameo mayor que cuenta con una acústica excepcional y ha acogido actuaciones de numerosos artistas de talla mundial.
En el extremo más septentrional de la isla, incrustado en lo alto del Risco de Famara, un acantilado de casi 500 metros de altura, se halla el Mirador del Río. Desde este edificio, casi imperceptible desde el exterior, se puede divisar el Archipiélago Chinijo, un conjunto de islotes al norte de Lanzarote: La Graciosa, Montaña Clara, Alegranza y el Roque del Oeste. En los días claros y despejados la panorámica es impresionante.
Todos estos centros turísticos son un ejemplo de cómo el genial César Manrique supo aprovechar las peculiaridades del entorno, integrando su arquitectura  y sacando partido a elementos naturales que generalmente se habrían tenido en cuenta como hándicap.
De obligada visita si vamos a Lanzarote es su parque nacional. Timanfaya es un complejo volcánico que se extiende por los municipios de Yaiza y Tinajo, formado a partir de varias erupciones durante los siglos XVIII y XIX.  Los paisajes de “Las Montañas del Fuego”, como se conoce comúnmente a Timanfaya, recuerdan a la imagen que el cine nos ha dado de la Luna o Marte. Paisajes desérticos, grandes extensiones de lava y cráteres pobladas casi únicamente por organismos vegetales muy primitivos.
Existen dos alternativas para recorrer el inhóspito paisaje de Timanfaya. Podemos disfrutar de un peculiar paseo en camello o hacer el recorrido en guagua (autobús, en Canarias), escuchando detalles acerca de la formación de los volcanes y las narraciones de Andrés Lorenzo Curbelo, párroco de Yaiza, que dejó constancia mediante manuscritos de las erupciones acontecidas entre 1731 y 1732. En pleno corazón del parque nacional se encuentra el restaurante “El Diablo”, ideado en 1970, cómo no, por César Manrique. Allí podremos degustar alimentos cocinados al calor de la tierra y es que a tan solo dos metros de profundidad se alcanzan temperaturas de 400 grados centígrados.
Lanzarote: Monumento al Campesino
Exhibición de Palo Conejero en el Monumento al
Campesino, obra de César Manrique.
Muy cerca del Parque Nacional de Timanfaya, en la costa sur de la isla, existe un rincón de ineludible visita. El Golfo es un precioso cráter volcánico abierto hacia el mar, en cuyo interior se ha formado una pequeña laguna de color verde intenso llamada “El Charco de los Clicos”. El contraste de la lava negra y rojiza con el verde del charco hacen de El Golfo uno de los parajes más fotogénicos de Lanzarote. Ya en 1966, Rachel Welch nos lo enseñaba en la película “Hace un millón de años”. 
Una buena muestra de la integración entre la actividad humana y el paisaje es La Geria, un campo de rofe (ceniza volcánica), sobre el que los agricultores lanzaroteños idearon un ingenioso sistema de cultivo de viñedos que les permitió luchar contra las adversidades climatológicas de la isla: el viento y la sequía.  La Geria es una preciosa estampa que refleja el ideal de sostenibilidad y protección del paisaje, tan arraigado en la sociedad lanzaroteña. Recomendamos una ruta por sus bodegas, donde los amantes del vino pueden degustar los estupendos caldos elaborados en la isla, especialmente la variedad malvasía.
Lanzarote cuenta con una amplísima oferta alojativa, centrada principalmente en sus tres núcleos turísticos: Playa Blanca, Puerto del Carmen y Costa Teguise. Estas poblaciones además ofrecen un gran surtido de ofertas de ocio nocturno, deportes y espectáculos.
No conviene olvidar el clima de la isla, con temperaturas agradables casi todo el año que invita a disfrutar de las espectaculares playas que se esparcen por toda la cosa de Lanzarote. Destacamos especialmente la Playa de Papagayo y sus cristalinas aguas, muy cerca de Playa Blanca.
Pese a su reducido tamaño, Lanzarote es una isla llena de hermosos rincones, de maravillas naturales cuya población ha intentado conservar en la medida de lo posible frente al desarrollo indiscriminado. Este empeño de sus gentes por hacer de su isla un lugar habitable en armonía con la naturaleza y el paisaje se lo debemos a su artista más emblemático, que supo hacer germinar esa semilla sembrada en el pueblo de Lanzarote. Al César lo que es del César, y en este caso el mérito es, indudablemente, del gran César Manrique.

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